martes, 10 de mayo de 2011

Capítulo 7: Reflejos

-Celia despierta -Susurraba una dulce voz frente a su oído -te esperan.
La joven despertó empapada y sudorosa, la habitación estaba oscura y solo el brillo de la luna la alumbraba. Cogió una botella de agua de su mesilla de noche y le propinó dos largos tragos. Una vez saciada su sed, la muchacha se sentó en el borde de la cama y se puso a mirar la calle, algo estaba cambiado esa noche, todo estaba oscuro; las farolas parpadeaban al unísono y la anciana de enfrente no estaba espiando tras los visillos de la cortina, como solía hacer todas las madrugadas. Eso no era todo, había algo más…
Celia ya había dejado de sudar, más el ambiente se tornaba cálido y bochornoso.  Sus ojos caoba recorrieron de un extremo a otro la habitación, deteniéndose frente al espejo del armario. Se acercó a él; de ahí era de donde realmente procedía el calor. Una sombra se desdibujó fugaz, primero sobre la superficie de la botella y luego sobre el cristal. Frunciendo el ceño y recelosa acercó la mano, tocando el espejado vidrio; estaba frío. Suspiro aliviada, pero sin saber cómo hundió en el helado cristalino, mano y brazo. Intentó zafarse, pero no pudo. Sentía como si algo ó alguien estuvieran tirando desde dentro; la chica chilló y pataleó, pero no podía hacer nada. Aquella fuerza la empujaba hacia el interior, hasta que finalmente consiguió engullirla. La chiquilla cayó de frente contra el suelo; ya no estaba en su casa, sino en un extraño paraje aparentemente abandonado a no ser por una lúgubre caseta de piedra que se hallaba frente a ella. En la fachada, figuraban esculpidos cinco grabados, unidos entre sí por una estrella pentacular.
-¿Dónde estoy? –Preguntó -¿hay alguien ahí?
Al no obtener respuesta se levantó y se aproximó a la pared, donde un símbolo violáceo parpadeaba ocasionalmente. Alzó la mano para tocarlo, casi al tiempo que una fuerza la empujaba levantándola ligeramente del suelo. Una masa de aire la rodeo por completo, acariciándola de manera inofensiva. El vendaval ascendió y con él la chica.
Celia se mareó, desfalleció, dejando que la corriente la transportase. Pasaron varias horas hasta que recuperó el conocimiento. Miró a su alrededor y vio que estaba dentro de una especie de galería. El túnel estaba formado por un techo semicircular, en cuyas paredes, series de antorchas dejaban la sala en una semipenumbra ideal para los ojos.
Las candentes llamas bailoteaban. Las sombras danzarinas se reflejaban en las paredes de aquel subterráneo semejando diabólicos seres que parecían cernirse sobre la recién llegada. Decidida, caminó por el hueco, descendiendo hacia el interior del lugar. La superficie quedaba ya varios metros arriba. Llegó a una puerta de platino donde dos grandiosos pomos de diamantes hacían de tiradores. Una laboriosa cimbra de esmeraldas, decoraba la inmensa puerta. Tentada por la curiosidad  empujó la manivela, no pudo. Agarró las dos asas, pero nada. Estaba atrapada.

Capítulo 6: Hallazgo

Una vez hubo salido, se sentó juntó a sus amigos; justo al lado de la chica. Aguardaron en silencio mientras las anfitrionas se les acercaban. La rojiza, echó una ojeada a Sarah, apartando rápidamente la mirada cuando esta se percató de que la contemplaban.
La rubicunda chascó los dedos y los bancos volvieron a su sitio; Jorge agachó la cabeza  agradecido. Alguno de los chicos aun jadeaba, como Javi, que aun habiendo tenido tiempo de recuperarse viendo los restantes combates, no lograba estabilizar sus pulsaciones. La hemorragia de Víctor había parado y ahora fijaba con fuerza unas vendas que por suerte el párroco tenía preparadas. Dolsing[1], carraspeó suavemente, intentando captar la atención de los tullidos. La miraron.
-Me alegra ver que aun seguís vivos y de una sola pieza -Rió entre dientes –Cada uno ha logrado materializar su odagel y terminar el enfrentamiento, Gzeiaes[2]. Ahora Jorge si es tan amable os explicará el resto, nosotras debemos partir. -Se despidió con una amplia sonrisa y dio la palabra al calvo. El hombre, tenía entre sus arrugadas manos un relicario camafeo de marfil, que toqueteaba nervioso.
-Esto es un reloj de luna. En cuanto paséis por la puerta se pondrá en marcha. Desde que se active tendréis cuarenta y seis horas para llegar a Ylumian; si en ese plazo no sois capaces de llegar, se acabó...
-¿Qué dice este loco? -Gritó Javi, harto de tanta aventura. -Bastante que ya hemos luchado.
-Yo que tu, me lo tomaría más en serio -replicó Sarah.
-Calla ¿Sabes que con la boquita cerrada estas más guapa? – Le respondió Javi impertinentemente.
-¡Basta!  -Espetó el abate frunciendo la frente –Si no deseas que las sombras se ciernan sobre tu garganta… -se rió de él; el mago empalideció, aguardando en silencio que concluyera -La prueba debe ser realizada sin más ¿te queda claro? -amenazó al arisnegro.
Dándose la vuelta le lanzo el reloj, sin importarle que cayera o no a la tarima. Lo cogió Cristián, casi al pos que se levantaba del suelo. Se había incorporado sin haber abierto los ojos.
Aún sentados, los demás dejaron que el tiempo pasara. Se habían quedado paralizados sin saber que hacer, sin saber que decir. Víctor se levantó y dio una palmada sobre el hombro de su amigo.
-¿Estáis sordos? -regañó -¿Acaso no las habéis oído? -al tiempo que miraba uno por uno a sus compañeros.
-Si… -dijo Sarah por lo bajini -Disponéis de cuarenta y seis horas para desvelar el secreto y llegar a Ylumian. Si en este plazo, no lo lográis, fin de la historia –Aquellas palabras surtieron efecto como una buena ducha de agua helada, despertando a los noqueados “héroes”.
-Javi vete a casa y busca información acerca de templos, iglesias, y demás sitios de culto a diosas de la luminosidad, en cuyas vidrieras se hallen tres mujeres juntas -Ordenó Víctor tomando el liderazgo casi colérico -Sarah, tu busca edificios en los que la antigüedad sea de más de mil quinientos años.
Cristián miraba con cara inexpresiva la joya de Jorge, dándose cuenta Víctor le llamó -Cristián ven conmigo…
Las armas después del combate volvieron a su forma original, así pues no tuvieron por que esconderlas ante los ojos de nadie. Tanto Javi como Sarah trabajaron todo la noche y día siguiente buscando lo que el sagaz escudero había pedido. Mientras ellos, Cristián y él, recorrían las calles de Madrid en busca de cualquier indicio que les resultara sospechoso.
En “Gran Vía”, Víctor se paró en seco, dejando que la multitud lo bordease. Cristián miró atrás y vio a su amigo inmóvil. Preocupándose se le acerco.
-¿Niño? ¿Qué pasa?
La mano de Víctor se lanzó al antebrazo del otro y le obligó a andar calle atrás. Al cabo de unos cuantos pasos le mostró una extraña serigrafía en la pared. El rubio sonrió y sacándose un papel del abrigo calcó sobre el muro la filigrana con un bolígrafo.  
-¡Anda vamos!
El anochecer pronto se les echaría encima. Durante todo ese tiempo no sacaron en claro nada más que un par de cosas sueltas.
La noche por fin llegó y con ella la llamada de la chica a casa de Víctor, al segundo de descolgar, su móvil empezó a sonar también. En uno Sarah, en el otro Javi. Estresado, pidió que le esperaran en la casa de Cristián.
Pasadas las once, los tres chavales llegaron al portal de este. Habituados a escuchar la agradable voz de su madre, fue su hijo quien les recibió.
-¿Diga?
-Abre -Gruñó Víctor con prisas.
Al instante la puerta dejó paso a los recién llegados. Subieron, cerraron la puerta y se acomodaron en el salón.
-A ver… -Empezó la muchacha poniendo los pies encima de su chico. Cristián sonrió y esperó a que comenzara a hablar -Creo que he encontrado algo. Este año es bisiesto, eso quiere decir que este año tiene 366 días en vez de 365… -Javi se levantó e interrumpiendo a la pobre chiquilla exclamó.
-¡Perfecto, muy bien!… -todos le miraron mientras rebuscaba en un maletín una serie de papeles -Hubo un arquitecto que construyó un templo o algo así en año bisiesto, decía que el día 29 habría un ciclo lunar diferente al habitual. La luna junto con tres estrellas mostrarían la entrada a algún lugar oculto dentro del edificio -suspiró y concluyó diciendo -Lo único que nos falta es el lugar… ¿No?
-¿Cristián? -Llamó Víctor mirándolo con ojos vivarachos.
-Tráeme el abrigo… -Víctor sonrió y levantándose fue a por la chaqueta de este. Sacó el papel que Cristián quería y se lo entregó. –Vale… -dio un toquecito en las piernas de la joven y esta las retiró de inmediato. Se incorporó y encendió el portátil del salón. –Vale…-Repitió captando la atención de los muchachos -Esto... -Enseño las runas del papel -lo encontramos Víctor y yo, por la calles del centro. Creemos que es un tipo de escritura de más de 700 años.
-¿Y que vas ha hacer? -preguntó Javi.
-Fácil, haré que el escáner analice las runas y nos diga la fecha, cultura y origen de estos símbolos -Explicó volviendo a ponerse junto a la adolescente -Ahora solo debemos esperar…
Como si fuese una nana, el zumbido del aparato les mecía sin darse ellos cuenta.
Víctor se apropió de un cojín y cayó rendido, al igual que Javi que le imitó. Sarah quedó dormida en el pecho de Cristián mientras la abrazaba. Por su parte, este, acariciaba el pelo de la muchacha mientras miraba la chimenea del comedor.
Cansado, cerró los ojos, esperando la llegada del nuevo día. A la mañana siguiente, sobre las diez, el ordenador comenzó a emitir sonidos; había encontrado algo…
-Cristián… -Nombró Sarah.
El muchacho le sonrió y comenzó a leer -El año de las runas no esta especificado. No se han encontrado escritos similares, la civilización es desconocida al igual que su origen… Pero aquí esta lo que andada buscando… -dijo complacido- las runas han sido escritas por una persona de carácter zurdo y lo que escribió fue lo siguiente:
Orun i Cuprun a las aden Pers
-Que traducido es “Oro y cobre a las puertas den”-susurro Sarah.
Víctor y Javi se quedaron igual que antes, sin saber que decir.
-¿Y esto de que nos sirve? Si nos deja igual…-se quejó Víctor.
-Es verdad -Afirmó Javi aunando su voz a la de su compañero.
Cristián se levantó del sofá y cogiendo un papel se puso a anotar la traducción de las runas. Andaba de un lado a otro del salón, hasta que por fin se paró en seco. Conforme miró a los presentes.
-Palacio…-Musitó feliz -El enigma del Santuario es un palacio. Es una transposición. Coged la primera letra de cada palabra y dadle la vuelta -dijo mirándoles -no es mucho pero es lo único que tenemos, vamos... -animó a los recién levantados.
Con esperanzas renovadas, los chicos se volvieron a dividir en dos grupos, al igual que el día anterior. Centraron su búsqueda en heredades construidas en años bisiestos. Paraban cada hora para tomar aliento y descansar, ya que iban a la carrera de aquí para allá.
Mientras agotaban las últimas doce horas que les quedaban, veían imposible lograr su encomienda, cada vez menos arena quedaba en el reloj. La mayoría de las zonas, ya habían sido barridas en la jornada anterior. En un intento desesperado, cuando apenas quedaban veinte minutos para que el aparato indicara que la hora había llegado, corrieron dirección al antiguo palacio de La Fuente del Berro; el punto de partida de dos de los cuatro.
No sabían porque se dirigían hacia allí, su corazón se lo dictaba, un impulso irrefrenable les obligaba a seguir avanzando. Saltaron las verjas que delimitaban la zona privada de la pública y entraron en el cortijo. La hierba amortiguó su caída.
Los jóvenes se encontraban en un jardín adoquinado con árboles a ambos lados. Según avanzaban, notaban como si alguien les observara, no eran más que los pavos reales, mascotas y guardianes del lugar.
Tras un breve paseo por el recinto llegaron a las puertas del palacete, enmohecidas por los años y el desuso. Tomaron los pomos y con un pequeño empujón, Víctor y Cristián consiguieron dejar a la vista el interior de la solariega residencia. Javi miró el arco de la puerta, giró la cabeza y sin saber explicarlo empezó a recitar lo que tallado en piedra había sido escrito.
- Aquí yace el camino a la eternidad. Cualquiera que traspase la puerta será bendecido y aclamado en el seno de Ylumian. Vuestra esencia hará que la luz os guié.
-¿Nuestra esencia? ¿Qué es eso? -preguntó Víctor poniendo la típica cara de gato que ponía cuando no se enteraba de nada.
-Suffff…calla…-pidió Cristián observando el recibidor.
 Al poner un pie en aquella estancia, las armas de cada elegido aparecieron encima de una mesa, una mesa justo debajo de una piedra con extraños grabados situada al final de la misma. La sala era amplia, varias columnas sujetaban el piso superior, al que se podía acceder mediante unas escaleras colocadas a ambos lados. Todo ello formaba una estructura abovedada, en cuya cúspide se hallaba una vidriera con la imagen de un ángel y tres figuras femeninas. 
Bajo esa estructura se encontraba una lapida de piedra, en la que estaban grabados un total de cinco símbolos. Llamaba la atención que uno brillara por sí solo.
-Víctor extiende el brazo –Desorientado miró a Cristián, pero como confiaba en él así lo hizo.
Cristián cogio la espada y apenas un milímetro rozo su piel. Durante unos segundos no sucedió nada, la piel seguía intacta. De repente un hilo de sangre resbalo por el antebrazo del Inferí, haciendo caer una gota en el orificio del fuego.
-Esto Cristián, no pretenderás que te imitemos, ¿no? –Se interesó Javi con pavor.
-Cristián, estas un poco desequilibrado, ¿tú qué quieres?, matarme –Comentó Víctor escondiendo su brazo derecho.
-¡No repliquéis y hacedlo!
-¡Vale, vale!, no te enfades, tron… ya vamos… –Exclamó Sarah caricaturizando la voz del espadachín.
 Uno tras otro, todos los muchachos, vertieron su sangre en la abertura central del pentáculo. Tras el sangriento ritual, los chavales clavaron su mirada en Javi, el cual preguntó con pánico en los ojos:
-¿Qué miráis?
- ¡Jo, cúrame, que me escuece! -Rogó la chica mientras se tapaba el corte.
-¡Ah!, claro, como yo soy el mago...  Claro que… soy el mago, pero es que... no se me ocurre nada…
De improviso, una intensa luz empezó a brotar iluminando las insignias. Una línea dorada las entrelazó y formó un extraño dibujo en su centro. Esa nueva figura se tornó roja cual fragua antes de quedar impregnada eternamente en la inmortal piedra. De la nada apareció un hombre, portador de una túnica azul intenso; su cabello era castaño cano.
-Reus noem Esla[3] -Conjuró el extraño.
Del cetro del personaje, brotaron unas lenguas de vapor, que se enroscaron en los brazos de los llagados para esfumarse posteriormente tras haber sanado los cortes.


[1] Tercera enviada de la Trinidad. Ella junto con sus hermanas forman “El Aclame”.
[2] Felicidades.
[3] Esclavizo tus lenguas.

jueves, 14 de abril de 2011

Capítulo 5: Campanadas

-¡Marchaos! -Ordenó a una de las sombras.
La única respuesta que se oyó fue un gruñido. La que parecía una mujer sonrió.
-¡Cristián! –Gritaron a dúo mientras se acercaban velozmente hacia él.
-¿Qué hacéis aquí?
-Lo mismo que vosotros –Se pavoneó Javi enseñándoles la pluma que guardaba en el bolsillo de su camisa.
-¡Tu! –Apuntó Cristián mirando receloso al chico.
Rápidamente se deshizo en explicaciones ante sus amigos, presentó a Sarah y les narró que al igual que ellos también había sido “llamada”. Mientras tanto, tres figuras se deslizaban siseantes entre la bruma como serpientes. Eran las mismas mujeres que un trimestre atrás les habían advertido de su cometido, salvar Ylumian.
-Bienvenidos. Finalmente el destino os ha unido, magnifico.- La ya conocida por Sarah musitó levemente.
-Airin Frish[1] –Únicamente la chica vio a las imágenes con las que habían estado luchando desaparecer. Se llevó la mano al rostro y acarició su mejilla –Jorge nos está esperando.
Los cuatro se giraron y ascendieron por las escaleras que les habían conducido al subterráneo. Iban rápido, ya fuera por prisa o por miedo; el trío les seguían de cerca.
-¿Para qué le has traído? –Preguntó Cristián de tal manera que solo Víctor pudiera oírle. El segundo se encogió de hombros.
La puerta de piedra permanecía abierta, al igual que la barnizada, atravesaron ambas y por segunda vez en aquella tarde se encontraron en aquel pasillo que bordeaba el lugar. Nada había cambiado, salvo por unos cuantos bancos apartados en un lateral, que dejaban un espacio cuadrangular orlado por cuatro pilares. De espaldas al Cristo, tres asientos ocupaban la primera fila para presenciar la inminente prueba. Las féminas cruzaron de largo y ocuparon sus butacas. Jorge llamó la atención de los jóvenes con un aspaviento de manos, los aludidos se dirigieron hacia él y con una floritura les indicó cual era su sitio. Al tomar asiento Milgacia[2]  inquirió:
-Y bien, ¿Quién será el primero?
Viendo la indiferencia de sus compañeros, Víctor se levantó -Yo mismo…
La pasividad del chico era patente y con suma tranquilidad se situó delante del jurado. Detrás de estas, el capellán con un libro en la mano oró:
-Jidasa erun Dómine pristilat noresot tords dacua inmaculate templu[3].   
Acto seguido un reflejo etéreo ascendió entre las separaciones de los pilares formando una pared invisible a los ojos de todos. Víctor miró hacia atrás y al volver su cabeza al frente observó como una de las mujeres terminaba una oración: 
-Que así sea –Y con un sencillo movimiento de manos, un grupo de espectros semejos a los que atacaron a Javi en el Metro se cernieron en torno a él.
La primera intención de Víctor fue escapar, más no pudo; una fuerza invisible se lo impedía. Al no poder huir, decidió que lo único que podía hacer era luchar. Con aire decido se enderezó, se quitó el abrigo y se remangó. Al ver su determinación los monstruos se dispusieron para el ataque.  Empezaron a cerrar cada vez más el círculo, hasta tal punto que quedó acorralado.
-“Joer”, que he hecho yo para merecer esto –reflexionó. Y con ese pensamiento en la cabeza clavó su mirada en los turbados ojos del más cercano. Este apretó las fauces deseando ponerle las garras encima. Víctor estaba despierto, más atento de lo habitual. Dio un paso hacia atrás, la bestia lo notó y le miró de soslayo. El joven extendió el brazo hasta tocarse el muslo y de improvisto lanzó su chaqueta contra el ser, sujetando un extremo por la manga. Una de las hebillas chocó contra el parpado de la figura obligándola a retroceder, llevando sus zarpas a los ojos. No contento con esto Víctor se lanzó raudo hacia él y con la mano libre le propinó un puñetazo en el maxilar; la bestia perdió el equilibrio y cayó tristemente en el suelo. Víctor sonrió contemplando a su abatido enemigo, pero esta alegría no duró, los restantes avanzaban rabiosos. Retrocedió por instinto, con cada paso se acercaba más y más a aquella barrera invisible, no sin dejar de perder de vista a sus contrincantes. Uno de estos, desenvainó su acero, el moreno chocó con algo, no se giró, debía de ser la pared.
La criatura amago hacia atrás, tomando impulso y alzando ambas manos se preparó para el ataque. Los ojos de Víctor enloquecieron nerviosos porque sabía lo que iba a pasar. En efecto, aquel ser respondió tal y como había previsto; sesgando con la hoja el aire en su dirección. Presto, envolvió su brazo con la chaqueta y cerrando los parpados esperó un milagro, aguardo en silencio. Un sonido metálico resonó en sus oídos. Un peso desconocido le pendía del brazo. Tímidamente abrió los ojos y vio su cazadora hecha jirones.  El peso provenía de un magno escudo, de un fulgor rojizo. La hoja de su oponente se había quedado atascada en algo de la defensa del chico. La bestia bramaba por liberarse de ello. La parte delantera del escudo tenía un relieve con la cabeza de un lobo, en cuyas fauces se encontraba atorada el arma de su agresor. Víctor levantó la cabeza contemplando la situación. Sin pensarlo movió el escudo con gran maestría produciendo un corte profundo en el abdomen del atacante. Cayó muerto. Lleno de emoción, vadeó el cadáver y se dirigió hacia el que se encontraba tirado en el suelo, sin piedad degolló la garganta de este, separando su cabeza del tronco. Con mirada demente se dirigió presto hacia el último de sus oponentes. Ambos, llevaron a cabo el golpe de manera simultánea. La espada del Suneevil[4] se clavó en el muslo de Víctor, mientras que la adarga se internó sin ningún esfuerzo en el corazón de la criatura. El tórax perforado era visible antes los ojos del muchacho, pero aun así el animal seguía en pie. La zarpa cruzo la distancia que les separaba y se aferró a su cuello. Víctor boqueó intentando respirar desesperadamente. El tosco brazo de su enemigo apretó aún con más fuerza, levantando del suelo al Inferí. Afuera sus compañeros gritaban pidiendo el cese de la escaramuza; temían por su vida. Él arrinconado perdiendo la esperanza miró también hacia donde estos se encontraban. Vio sus caras, llenas de sufrimiento y ansiedad, pero lo que realmente buscaba eran los ojos de Cristián. El rubio, no estaba prestando atención a la batalla, ni que Víctor se encontraba contra las cuerdas; le daba igual. Cruzó las piernas y cerró los ojos. Ese acto le dio una idea. Víctor dejo de respirar, conteniendo para sí el aliento. Retiró la mano del mango del broquel y agarro con fiereza la garra de la criatura clavándole las uñas en un intento desesperado de hacerle algún daño. Esta, se mofó produciendo un gruñido semejo a una risa burlona. El chico sonrió y llevando ambos pies al escudo consiguió impulsar el filo del arma sesgando por la mitad a su enemigo.
Al instante se desvaneció dejando al adolescente suspendido en el aire. Segundos después cayó al suelo produciendo un ruido sordo.
-¡Maldito sea! ¡Me ha alcanzado en la pantorrilla!  –El escudo, chorreaba sangre por los afilados bordes al igual que su pierna. Víctor sacudió el objeto para limpiar la sangre símbolo de victoria. Este se curvó y cerró sobre sí mismo, sin dejar rastro ni hendidura de su presencia.
-¡Ha sido impresionante!… –Ironizó Cristián fervoroso, que volvía a la realidad.
-Ha sido genial, ¿Cómo lo has hecho? – Preguntó Javi con admiración.
-La verdad… no lo sé… estaba ahí en medio; y… Reaccioné.
-Si, si, ya te hemos visto todos –Concluyó Sarah mirando con desden la pulsera.
-¿Visteis?, los objetos reaccionan al peligro y emociones de sus dueños, cada uno posee un arma distinta, pero no sabréis con seguridad que forma tendrá hasta que no la probéis. Bien, ¿El siguiente? –Se interesó la morena.
-Javi… ¿Verdad que si Javier? -Indicó Cristián empujándole hacia el círculo.
-Pero, yo no… ¡Ahhhh!... –Pronunció. Sin querer se acababa de dar cuenta de las intenciones del blondo: estaba tratando de proteger a la muchacha.
-Está bien, yo iré.
-¿Es que nadie va a curarme? –Quiso saber Víctor cuyo pantalón estaba empapado en sangre.
-¡Calla! –Le gritó Javi –Que ahora me toca a mí, tú ya tuviste tu momento de gloria.
Se acercó al círculo de batalla, que se selló herméticamente a su alrededor. Sacó prolijamente la pluma de su bolsillo, y movió con delicadeza una de las partes metálicas que ésta tenía. Al girar, algo se activó, empezando a crecer y a ensancharse, hasta transformarse en una larga barra de cristal con suntuosos grabados en torno a ella. Seguidamente el chico palpó uno de los grabados, que se hundió, y dejó al descubierto un par de alas plateadas que adornaban su cúspide.
-¡Anda, cómo mola! -Exclamó boquiabierto.
-Bien, que empiece el duelo –Anunció la Blissarier[5] de bermejos cabellos.
Frente al trigueño, una nueva fila de monstruos se desplegaba, alineada y lista para la carnicería. Sin más dilación, Javi se lanzó contra ellos como un rinoceronte en plena estampida.
Un par de Ilian`s[6], cayeron tras él, mientras avanzaba repartiendo baculazos a diestro y siniestro. Pasado un cuarto de hora, se estaba quedando sin fuerzas, más, seguía propinando certeros golpes a sus contrincantes, al tiempo que esquivaba los suyos propios. En esto que el castaño se despistó, un Ilian le asaltó por la espalda; no pudo reaccionar, y quedó herido por culpa del fornido monstruo. Lleno de ira y cólera, Javi agarró fuertemente su vara y pronunció:
-¡Nepum lasas! [7]
Y una llamarada de un verde intenso brotó del objeto, calcinando todo lo que tenía por delante. Asustados, los abisales corrieron para intentar salvarse; demasiado tarde, habían sucumbido…
Las paredes del círculo, se desvanecieron, dejando salir al mago de su interior, que observaba el polvo y las cenizas que su conjuro había causado. Este caminaba orgulloso al encuentro de sus colegas. Javi lanzó una odiosa mirada a las tres mujeres y vio a la pelirroja sonreír mientras le miraba. Chasqueó los dedos y una sombra negra empezó a aparecer en torno al círculo, justo encima de las cenizas de los cuerpos carbonizados. Esta comenzó poco a poco a tomar forma, convirtiéndose en una ilusión de la señora. La pelirroja ahora se hallaba en el centro del círculo con el mismo báculo que el chico. Javi clavó sus pardos ojos en los nardos de esta; solo se había trasportado de un sitio a otro. Comenzó a andar, al pos que unas llamas verdes la acompañaban. Se dirigía hacia él. Pasó de las miradas del resto de los asistentes y cuando estuvo a su misma altura le dijo:
-Impresionante dominio de la magia. … -Él todavía se aferraba al cayado.
-Gracias…
Mientras Javi vacilaba sobre su hazaña, Sarah se fue acercando al círculo, que sin previo aviso se sello igual que en los combates anteriores. La muchacha tocó el aire y una suave pared se alzó invisible ante ella. Haciendo un ademán con la mano se desató el coletero, liberando de manera grácil su pelo. Este se convirtió en flagelo al tocar el suelo. Era una fusta simple, con una única cola que terminaba en una pica de acero templado.
-Ahora me encargo yo -Objetó Sarah, sin dejar de mirar a Cristián.
Las filas de Ilian`s se alzaron amenazadoras, con espadas en mano y miradas de desprecio hacia su rival.
Sarah, zarandeó el látigo hacia el suelo con la intención de intimidarles. Hacían caso omiso de las aparentes advertencias de su rival y pronto la rodearon al igual que hicieron con Víctor. La mujercita de cabellos castaños, ondeaba su látigo con firmeza; no se dejaría intimidar tan fácilmente. El azote zumbaba contra las duras armaduras de los espíritus, pero rebotaba en cuanto el arma siquiera tocaba la coraza de su portador. Sarah miró horrorizada como sus intentos fallidos eran recibidos con carcajadas por parte de estos.
Notando el temor de la muchacha, lanzaban ráfagas de envites que con soltura esquivaba a cada salto.  Cada vez requería más esfuerzo, sin duda su reserva de energía no era tan grande como la de los varones. Sus amigos, observaban expectantes el duelo, aún así, no podían dejar de temer por si resultaba herida, sobre todo su amado, que era un manojo de nervios. Para asombro de todos, la guerrera alzó súbitamente el látigo y asestó un brutal golpe, lanzando varios metros atrás a los cuatro Ilian´s, cayendo inexplicablemente muertos.  El golpe a simple vista, no había sido nada fuera de lo normal.
-Bharreal discent[8]… -La barrera brilló finalmente y desapareciendo permitió la salida de Sarah. Varcaal[9], la segunda del triunvirato, se dirigió a Cristián, que se encontraba ya a pocos pasos del recinto -Y por fin, el último de los Inferís; pero antes, muchacho, ¿Porqué has sido el último en luchar? ¿Miedo quizás?
-No sé por qué habría de tenerlo, tu séquito parece bueno… espero que den la talla –Puntualizó Cristián sin perder la concentración.
El rubio se postró de rodillas en el centro del círculo. Inmediatamente ante él aparecieron cinco contrincantes.
-No sé cómo vas a superar la prueba. No portas tu odagel[10] - Le recriminó con una sonrisa malévola.
De pronto ante su asombro, el pecho de Sarah empezó a brillar, y como si de un rayo de sol se tratase, una fina luz brotó de él reflejándose en la mano de su pareja.
Cristián extendió la palma desnuda, y comenzó arder. Aun así la dejó suspendida en el aire. Al instante se encontró sosteniendo una majestuosa espada, muy larga, con finos grabados en la empuñadura, y profundas muescas en su hoja, labrada a juego con el sello.
 Al percatarse de que el Inferí ya portaba su arma la mujer ordenó a los soldados que comenzaran el ataque.
-¡Des far sefinis![11] -Gritó al aire.
Uno de la mesnada avanzó, y lanzó un veloz ataque contra el muchacho haciéndole perder el equilibrio. El paladín volvió a arrodillarse; a duras penas paró el golpe. Pícaro y aprovechando la ocasión pudo clavar su temple en el abultado pecho del Ilian, que se desvaneció, al igual que todos los anteriores. Ante esto, los guerreros siguieron a su igual, clamando venganza, propinando una serie de ataques a cada cual más violento que el anterior.
Los Ilian’s avasallaban al chico con sus golpes, más el rubio no parecía tener dificultad en pararlos. Al cabo de varios minutos, Cristián miró a la dama y con presunción dijo -¿Suficiente?, acabemos con esto.
Y dicho esto, ahora era él, el que asestaba duras sacudidas a sus adversarios. Un destello, una chispa; aquello era una maraña de espadas entrelazadas.
-Ya solo queda uno –Murmuró para sus adentros.
Finalmente su espada se hundió en la cavidad torácica del último de los espectros, que escupiendo una bocanada de sangre se evaporo.
Se colocó orgulloso ante la Blissarieri[12] y sin quitarla ojo inició su caminata hacia sus amigos. Los labios de la musa se movieron, sellando nuevamente la cámara; creyó que el Inferí no se había dado cuenta… Se equivocaba.
Detrás de él un nuevo adversario alzaba un asta, que en el caso de caer iría a parar a su nuca. Así pues el Ilian desató su furia desatando el ataque.
El hierro silbaba al tiempo que se acercaba al cuello del elegido. Centímetros fueron lo que hubiera necesitado el Ilian para matar a Cristián; este había doblado el brazo e interpuso el filo de su espada con la del otro, impidiendo la catástrofe. Dándose la vuelta casi al mismo tiempo, sesgó la cintura del Suneevil.
En ese momento las campanas de la catedral comenzaron a sonar, haciendo saber que una nueva hora llegaba. El campeón alzó su arma y atacando al aire rasgó la barrera de la hechicera, esta se desquebrajo dejándole salir de una vez, casi al tiempo que el décimo badajo hacia redoblar el carillón.


[1] Marchad, aprisa.
[2] Primera enviada de la Trinidad. Ella junto con sus hermanas forman “El Aclame”.
[3] Que el cristal inmaculado no dañe nuestro templo.     

[4] Nombre genérico con el que se designa a la casta de Espectros invocados.
[5] Titulo con el que se designa a las mensajeras de Ylumian.
[6] Entes pertenecientes a la clase Suneevil.
[7] Gracia del inepto.
[8] Desciende ya, muralla.
[9] Segunda enviada de la Trinidad. Ella junto con sus hermanas forman “El Aclame”.
[10] Nombre que reciben los objetos de los elegidos.
[11] Acabar con él.
[12] Designación en singular.

Capítulo 4: Nobleza

Solo tres meses habían trascurrido desde aquellos increíbles sucesos, sin embargo, nada había cambiado, salvo que Javi y Víctor habían vuelto a ser amigos tras un par de llamadas telefónicas. Eran compañeros de colegio, se conocían desde siempre y una disputa amorosa no era razón suficiente para separarles. Era primavera y los árboles comenzaban a florecer, llenando de savia sus troncos, dándoles la impresión de estar plastificados. Los chicos se encontraban tirados en un banco, cuyas patas estaban corroídas y oxidadas debido al desgaste del tiempo. Víctor se había apoltronado sobre Javi, y observaba a un grupo de palomas picotear el suelo en busca de alimento. Mientras tanto el otro se había quedado dormido sobre el respaldo del asiento, dejándole la cabeza colgando para atrás. Víctor, harto del muermo de su amigo, se incorporó, dándole una colleja en la nuca.
-¡Despierta!, que ya tendrás tiempo de dormir esta noche – Recriminó a su compañero aún amodorrado.
-Ya ves lo que es comer a deshoras…que luego te entra el sueñecillo –Dijo cabeceando.
-Bueno, ¿qué hacemos?  –Preguntó Víctor tocándose el pelo.
-¡Yo que sé!, vamos a un parque, o vamos a buscar a Ángela o… -Sugirió Javi algo más espabilado.
-No me hables de parques, ni de Ángela, ¿te puedes creer que me ha desadmitido del MSN?, que llevo unos días que no puedo dejar de pensar en otra cosa, y sin pegar ojo… -Se quejó Víctor moviendo la cabeza de un lado a otro -Íbamos Cristián y yo por el parque cuando…
-¡Todavía sigues quedando con ese!  - Exclamó horrorizado pues no le caía muy bien.
-Que pasa, no te enfades ¿Quieres?  –Respondió con una media sonrisa – Verás, estábamos dando una vuelta por “La fuente del berro”, cuando apareció una niebla que comenzó a inundarlo todo. Nosotros avanzamos entre ella y sin saber cómo llegamos a una especie de cementerio en el que una mujer nos dijo que éramos los elegidos…
-Sí, a Alfonsa…bueno, a mí, me pasó algo parecido en el Metro –Comentó Javi hablando solo; no estaba prestando atención a su compañero.
- Eso quiere decir que… -Comenzó Víctor.
-¿Qué tenemos hambre?  –Prorrumpió Javi.
-No... Eso quiere decir que ¡Somos los Elegidos! –Respondió contrariado por la contestación de su amigo -Hay que ir a buscar a Cristián -avisó rápidamente.
-Buff…Ésta bien… -Accedió Javi con cara de fastidio.
Se levantaron del banco, y corrieron hasta la casa del zagal, que se encontraba dos calles más allá. Cuando llegaron llamaron al telefonillo de un manotazo, dando a varios pisos a la vez.
-¿Quién es? –preguntó una voz anciana.
-Cartero de correos ¿me puede abrir por favor? –Mintió Javi haciéndose pasar por el mensajero para que le dejase entrar.
-Sí, espere un momento –Solicitó el viejo al tiempo que la puerta se abría con un pitido.
-No me puedo creer que haya funcionado –Se extrañó Víctor quedando anonadado.
-Ni yo
Impacientes, subieron de dos en dos las escaleras de mármol, hasta que llegaron frente a su puerta, el 2º D. Esta vez fue Víctor quien llamó al timbre, acto seguido les recibió la madre del joven.
-Cuanto tiempo sin vernos, ¿Qué tal?, pasad no os quedéis ahí fuera -Invitó la hospitalaria mujer.
-No, gracias María Dolores, ¿Está Cristián? –Preguntó Víctor con frialdad.
-No, no está, salió anoche con una amiga y aun no ha vuelto… -Explicó su madre tocándose el delantal. Al igual que su hijo era rubia, llevaba el pelo corto, estaba más bien delgada, y algunas de sus aficiones eran leer y cocinar -Lleva ya algún tiempo con ella…
-¡Ah, vale! gracias –Dijo Víctor al tiempo que se tocaba una ceja -Hasta luego – Terminó despidiéndose con la mano.
-Adiós –Sonrió cerrando la puerta de su casa.
-Hay que ver, unas veces está dándonos el coñazo para que salgamos y cuando venimos a buscarle, no está; es que de verdad; que vergüenza… -Refunfuñó Javi indignado bajando los escalones.
-Bueno, y qué más da, vayamos a buscarle, creo que sé dónde está… -Atestiguó Víctor muy seguro de sí mismo.
Y así, emprendieron la marcha hacia donde según él,  allí estaría su amigo. Tras coger el metro y cruzar varias calles e innumerables pasos de cebra, los adolescentes se toparon con unas verjas de duro hierro. Las puertas del lugar estaban abiertas, el camino al igual que el día era hermoso, las fuentes emanaban agua clara y limpia y el césped estaba recién podado dejando un dulce aroma en el ambiente. El jardín de Sabatini, estaba situado justo al lado del Palacio Real, prácticamente desde la construcción del mismo. Los muchachos subieron por la escalinata de pedernal y avanzaron presurosos por la travesía. El cambio de guardia se estaba llevando a cabo; donde alabarderos y hombres a caballo rotaban sus posiciones con sus compañeros. Los chicos no hicieron ningún caso. Pasaron de largo la Catedral de La Almudena y girando a mano derecha descendieron calle abajo, viendo en la lejanía el final de su caminar. Unas escaleritas ascendían internándose en los pilares bajos de la Catedral. Subieron los peldaños terminando estos en un pequeño recibidor. Unas bastas puertas de madera recibían a los recién llegados. El portón de la derecha estaba entreabierto, indicando que el lugar aún no había sido cerrado. Víctor, seguido de Javi, se encaminó con la intención de traspasar el umbral. En el momento en el cual alargaba la mano para empujar el madero, éste cedió hacia atrás apareciendo un hombre con sotana blanca y alzacuellos. Era mayor con el poco pelo que le quedaba cano, su estola le caía por los hombros sobrepasando la cintura, distinguiendo su posición.
-No se puede pasar, está cerrado.
-Pero verá un… -Intentaron explicar los chavales.
-Lo siento, pero no –Dijo levantando la mano e insinuándoles amablemente la salida con un gesto -El horario de visitas ha terminado, volved mañana.
Con rabia en sus ojos Víctor se giró y llevándose desinteresadamente la mano a la nuca dejó visible la pulsera. El capellán contempló asombrado el brazal del moreno. Sin dudarlo, alargó sus huesudas manos hacia el brazo del tiznado para examinar mejor la alhaja.
-¿Qué hace? –Preguntó incomodo viendo la repentina ansia del anciano.
-Por fin han elegido sucesores…

jueves, 7 de abril de 2011

Capítulo 3: ¿Coincidencia?

Al concluir, dos fornidos hombres con vendas en los ojos y grandes espadas colgadas al costado aparecieron tras ella. Cargaban un lujoso estuche.
-Tomad, es vuestro, es un presente de nuestros señores, vosotros seréis los que traigáis la paz a Ylumian –hizo una pequeña pausa y prosiguió –No temas, no serás la única en esta cruzada. A mí no me está permitido revelar nada más, lo único, advertiros de que a partir de ahora no estaréis seguros en ninguna parte, así que tened cuidado… –Explicó la mujer mirando a Sarah que asentía con la cabeza.
-¿Entonces se supone que nosotros tenemos que ayudaros?
-Así es.
-Y bien… ¿Cómo se supone que lo haremos?
-Con esto –Dijo ordenando a un guerrero que traspasara el cofre a su legítima dueña –El objeto del interior esconde un secreto que deberás descubrir llegado su momento. Una vez activado, adquirirá forma y poder, pero has de usarlo con cabeza… ¿Entiendes? -Preguntó a la encamada.
-Creo que si… -Respondió poco convencida -Que son únicos, y que si por alguna casualidad los perdiéramos sería el fin. ¿Verdad?
-Veo que lo has comprendido, a mas ver mi joven Inferí[1] -Ultimó desapareciendo.
Con mucho esfuerzo, Sarah se deslizó hacia el borde de la cama y miró la caja. Era de un verde oscuro, dando cabida a un árbol envuelto en blancas llamas en su cubierta. Tocó el joyero y se notó levemente conectada a él. Con cuidado abrió el broche y vio un coletero con un zafiro incrustado. Otras piedras preciosas recorrían la estructura del objeto que brillaba aún en la oscuridad. Temblando cogió el presente, justo cuando ya lo había sacado del arca un fogonazo iluminó la sala, y la urna se desvaneció. Extrañada se hizo una coleta en el pelo y sonrió al pos que se acomodaba para volver a dormirse, esta vez si hasta el amanecer.
A la mañana siguiente el trinar de los pájaros y el dulce olor a hierba la despertó. Una enfermera atendía los vendajes de la bella muchacha mientras los fijaba con esparadrapo. Sarah miró la puerta y ésta se abrió.
El doctor que un día atrás la había atendido, ahora le extendía el alta para que pudiera marchar si así lo deseaba. Sarah aguardó a que le trajeran sus enseres y ropa. Se vistió aprisa y tirando del coletero dejo suelto su pelo, sonrió contenta y salió de la habitación.
De vuelta a la vida normal, se vio libre al no estar enclaustrada entre cuatro paredes. Frente a ella, un apuesto chaval de cabellos dorados la observaba sin apenas parpadear. La otra se acercó a él  y sin pudor alguno le preguntó:
-¿Fuiste tú el que me salvó la vida? -Dijo centrando sus verdes ojos en los azules de aquel desconocido. El corazón de Cristian empezó a palpitar rápido, sus palabras se convertían en latidos profundos. Por fin y con un nudo en el estómago respondió.
-Sí… -Balbuceó mientras veía a Sarah llevar puesto su colgante. Sonrió. Éste pendía hacia su escote, obligando al muchacho a desviar la vista nuevamente a su rostro. Se sonrojó y apartó los ojos de los del chico. Cristián la miró por última vez y se encaminó hacia un extremo de la calle, dejándola a las puertas del hospital. Caminaba lento, esperando que aquella dulce voz le retuviera, más no fue así.
Unas manos agarraron su cazadora, obligándole a girar, encontrándose finalmente con los tiernos labios de la nogalina. Durante varios minutos ambos probaron el uno del otro. Sarah se despegó de él y casi en un susurro le dijo:
-Gracias… -Y dándole un beso de despedida se alejó, dejando a Cristián contemplando su marcha. –Nos veremos –Aseguró doblando la esquina.
Éste emprendió la vuelta a su casa, aún pensativo por lo recién ocurrido. Al llegar, encendió su ordenador y se conectó al Messenger. Mientras iniciaba sesión rebuscó en la cazadora su móvil. No lo encontró. Tan solo un papel en el que se hallaba escrita una extraña dirección electrónica. Agarrando el papel con delicadeza, se deshizo de la cazadora arrojándola al centro de la cama. Una vez dentro introdujo la dirección. En ese preciso momento el timbre de su casa sonaba con fuerza. Víctor entró como si tal cosa cuando Cristián le abrió la puerta.
Él también tiró la cazadora y se dejó caer en la cama de su amigo. Acostumbrado, hizo caso omiso al recién llegado y vio una ventanita parpadear en su pantalla. Éste pinchó y leyó:
¿Has perdido tu móvil?
Cristián contestó afirmativamente. Víctor que había encendido la consola le preguntó:
-¿Cuántas hojas llevamos? -Dijo mientras asestaba sendos ataques en el juego.
-¿Ehh? -Dijo meditabundo. Acababa de recibir otro correo -Un momento… -Exigió mientras leía la pantalla de su PC.
¿Lo quieres?
De nuevo respondió que sí.
-¿Qué, cuántas hojas llevamos? -Preguntó Cristián cogiendo un mando y agregándose a la partida del chico le respondió -De momento 334… en Word…
-Mmmm y… ¿Cuándo lo vamos a llevar? –Se intereso el bruno.
-K.o. -Remató Cristián acabando con su amigo -Ya lo he llevado… -Miró el monitor, un nuevo mensaje le esperaba.
A las siete.
Él preguntó por el lugar, sin embargo, el contacto se mostraba en "No Conectado". Cristián apagó la consola y obligó al otro a leer el comienzo del segundo libro, Víctor dio el aprobado y ambos salieron a la calle. Por el camino le comentó lo sucedido con Sarah. El moreno no quiso aceptar que Cristián estuviera con una chica, él era su mejor amigo, y no iba a permitir que nadie le usurpara a “Su Cristián” El barbilampiño volvió pronto a casa, sus padres le esperaban para almorzar. Una vez hubo terminado, se duchó y vistió, pero pasaron casi más de dos horas antes de que saliera a la calle. Comenzó a llover. El frío calaba sus huesos, pero la llama de su corazón lo animaba a seguir esperando.
Suponía que el móvil estaría en su propiedad. Aquellos ojos que vio tan solo unas horas atrás, lo habían cautivado; necesitaba más. Un chaparrón inmenso comenzó a caer, haciendo que se calara rápidamente. Detrás de él, unos tacones sonaban contra el suelo haciendo que el agua salpicase a su paso. Al llegar al lado del muchacho se detuvo y sus verdosos ojos se enfrentaron con los azules del doncel. Ésta le sonrió y tapándole con el paraguas dijo:
-Perdón… Aquí tienes... -Ofreció tendiéndole su teléfono -El autobús se retrasó y…
-Suffff -Bisbiseo poniendo un dedo encima de sus carnosos labios. -Lo importante es que has llegado.
A pesar de la oscuridad de la tronada, Cristián vio que las mejillas de Sarah enrojecían ligeramente. Sin darle más importancia la muchacha le agarró del brazo y emprendieron un paseo a ninguna parte, tan solo el silencio hablaba, hablaba amor.
El destino les había unido sin saber porqué. Media hora mas tarde la pareja entró en un cálido local. Contaron a lo sumo tres personas más el dueño del mismo. Ella pidió una "Coca-Cola", él una “Fanta” y juntos se sentaron en una mesa cercana a la barra, entablando una animada conversación.
-¿Dónde ibas antes de salvarme?
Cristián esbozó una leve sonrisa y clavó sus ojos en los de Sarah. Le encantaba mirar aquel verdor que albergaba tanta dulzura.
-Iba… -Deslizó sus ojos al pecho de ésta y de nuevo a su sonrisa -Esto… a la Sociedad de Autores, a registrar mi libro…
Mientras, Sarah jugueteaba picarona, dejando que su lengua se resbalase tímidamente en sus jugosos labios mientras bebía. Tuvo unas ganas irrefrenables de volver a besarla pero se contuvo y aguardó a que hablara -¿Así que eres escritor?
-Así es -Afirmó con la cabeza, pero se guardó el detalle de que el libro era compartido; eso no era relevante por ahora -¿Y tú? - Interrogó propinando un trago del vaso de tubo.
-¿Yo? -Preguntó coqueta; Cristián asintió, ella sonrió y de nuevo se miraron -Iba a ver a mi madre… -Entristeció de repente. Aguardó a que le preguntara, pero el tacto del muchacho le indicó que no era de su incumbencia. Al final, ante tal disciplina optó por compartirlo -Murió cuando yo era pequeña…desde que tengo uso de razón vivo con mi abuela…la llevaba flores… -De nuevo el joven se limitó a mirarla. No como antes, sino trasmitiéndole todo lo que sentía. Agradecida, se limitó a sonreír, secándose las lágrimas le preguntó:
-¿Puedo confiar en ti? – Cristián negó bromista -Llevo todo el día dándole vueltas y creo que el único que puede ayudarme eres tú…


[1] Nombre para designar a los Elegidos.