jueves, 7 de abril de 2011

Capítulo 3: ¿Coincidencia?

Al concluir, dos fornidos hombres con vendas en los ojos y grandes espadas colgadas al costado aparecieron tras ella. Cargaban un lujoso estuche.
-Tomad, es vuestro, es un presente de nuestros señores, vosotros seréis los que traigáis la paz a Ylumian –hizo una pequeña pausa y prosiguió –No temas, no serás la única en esta cruzada. A mí no me está permitido revelar nada más, lo único, advertiros de que a partir de ahora no estaréis seguros en ninguna parte, así que tened cuidado… –Explicó la mujer mirando a Sarah que asentía con la cabeza.
-¿Entonces se supone que nosotros tenemos que ayudaros?
-Así es.
-Y bien… ¿Cómo se supone que lo haremos?
-Con esto –Dijo ordenando a un guerrero que traspasara el cofre a su legítima dueña –El objeto del interior esconde un secreto que deberás descubrir llegado su momento. Una vez activado, adquirirá forma y poder, pero has de usarlo con cabeza… ¿Entiendes? -Preguntó a la encamada.
-Creo que si… -Respondió poco convencida -Que son únicos, y que si por alguna casualidad los perdiéramos sería el fin. ¿Verdad?
-Veo que lo has comprendido, a mas ver mi joven Inferí[1] -Ultimó desapareciendo.
Con mucho esfuerzo, Sarah se deslizó hacia el borde de la cama y miró la caja. Era de un verde oscuro, dando cabida a un árbol envuelto en blancas llamas en su cubierta. Tocó el joyero y se notó levemente conectada a él. Con cuidado abrió el broche y vio un coletero con un zafiro incrustado. Otras piedras preciosas recorrían la estructura del objeto que brillaba aún en la oscuridad. Temblando cogió el presente, justo cuando ya lo había sacado del arca un fogonazo iluminó la sala, y la urna se desvaneció. Extrañada se hizo una coleta en el pelo y sonrió al pos que se acomodaba para volver a dormirse, esta vez si hasta el amanecer.
A la mañana siguiente el trinar de los pájaros y el dulce olor a hierba la despertó. Una enfermera atendía los vendajes de la bella muchacha mientras los fijaba con esparadrapo. Sarah miró la puerta y ésta se abrió.
El doctor que un día atrás la había atendido, ahora le extendía el alta para que pudiera marchar si así lo deseaba. Sarah aguardó a que le trajeran sus enseres y ropa. Se vistió aprisa y tirando del coletero dejo suelto su pelo, sonrió contenta y salió de la habitación.
De vuelta a la vida normal, se vio libre al no estar enclaustrada entre cuatro paredes. Frente a ella, un apuesto chaval de cabellos dorados la observaba sin apenas parpadear. La otra se acercó a él  y sin pudor alguno le preguntó:
-¿Fuiste tú el que me salvó la vida? -Dijo centrando sus verdes ojos en los azules de aquel desconocido. El corazón de Cristian empezó a palpitar rápido, sus palabras se convertían en latidos profundos. Por fin y con un nudo en el estómago respondió.
-Sí… -Balbuceó mientras veía a Sarah llevar puesto su colgante. Sonrió. Éste pendía hacia su escote, obligando al muchacho a desviar la vista nuevamente a su rostro. Se sonrojó y apartó los ojos de los del chico. Cristián la miró por última vez y se encaminó hacia un extremo de la calle, dejándola a las puertas del hospital. Caminaba lento, esperando que aquella dulce voz le retuviera, más no fue así.
Unas manos agarraron su cazadora, obligándole a girar, encontrándose finalmente con los tiernos labios de la nogalina. Durante varios minutos ambos probaron el uno del otro. Sarah se despegó de él y casi en un susurro le dijo:
-Gracias… -Y dándole un beso de despedida se alejó, dejando a Cristián contemplando su marcha. –Nos veremos –Aseguró doblando la esquina.
Éste emprendió la vuelta a su casa, aún pensativo por lo recién ocurrido. Al llegar, encendió su ordenador y se conectó al Messenger. Mientras iniciaba sesión rebuscó en la cazadora su móvil. No lo encontró. Tan solo un papel en el que se hallaba escrita una extraña dirección electrónica. Agarrando el papel con delicadeza, se deshizo de la cazadora arrojándola al centro de la cama. Una vez dentro introdujo la dirección. En ese preciso momento el timbre de su casa sonaba con fuerza. Víctor entró como si tal cosa cuando Cristián le abrió la puerta.
Él también tiró la cazadora y se dejó caer en la cama de su amigo. Acostumbrado, hizo caso omiso al recién llegado y vio una ventanita parpadear en su pantalla. Éste pinchó y leyó:
¿Has perdido tu móvil?
Cristián contestó afirmativamente. Víctor que había encendido la consola le preguntó:
-¿Cuántas hojas llevamos? -Dijo mientras asestaba sendos ataques en el juego.
-¿Ehh? -Dijo meditabundo. Acababa de recibir otro correo -Un momento… -Exigió mientras leía la pantalla de su PC.
¿Lo quieres?
De nuevo respondió que sí.
-¿Qué, cuántas hojas llevamos? -Preguntó Cristián cogiendo un mando y agregándose a la partida del chico le respondió -De momento 334… en Word…
-Mmmm y… ¿Cuándo lo vamos a llevar? –Se intereso el bruno.
-K.o. -Remató Cristián acabando con su amigo -Ya lo he llevado… -Miró el monitor, un nuevo mensaje le esperaba.
A las siete.
Él preguntó por el lugar, sin embargo, el contacto se mostraba en "No Conectado". Cristián apagó la consola y obligó al otro a leer el comienzo del segundo libro, Víctor dio el aprobado y ambos salieron a la calle. Por el camino le comentó lo sucedido con Sarah. El moreno no quiso aceptar que Cristián estuviera con una chica, él era su mejor amigo, y no iba a permitir que nadie le usurpara a “Su Cristián” El barbilampiño volvió pronto a casa, sus padres le esperaban para almorzar. Una vez hubo terminado, se duchó y vistió, pero pasaron casi más de dos horas antes de que saliera a la calle. Comenzó a llover. El frío calaba sus huesos, pero la llama de su corazón lo animaba a seguir esperando.
Suponía que el móvil estaría en su propiedad. Aquellos ojos que vio tan solo unas horas atrás, lo habían cautivado; necesitaba más. Un chaparrón inmenso comenzó a caer, haciendo que se calara rápidamente. Detrás de él, unos tacones sonaban contra el suelo haciendo que el agua salpicase a su paso. Al llegar al lado del muchacho se detuvo y sus verdosos ojos se enfrentaron con los azules del doncel. Ésta le sonrió y tapándole con el paraguas dijo:
-Perdón… Aquí tienes... -Ofreció tendiéndole su teléfono -El autobús se retrasó y…
-Suffff -Bisbiseo poniendo un dedo encima de sus carnosos labios. -Lo importante es que has llegado.
A pesar de la oscuridad de la tronada, Cristián vio que las mejillas de Sarah enrojecían ligeramente. Sin darle más importancia la muchacha le agarró del brazo y emprendieron un paseo a ninguna parte, tan solo el silencio hablaba, hablaba amor.
El destino les había unido sin saber porqué. Media hora mas tarde la pareja entró en un cálido local. Contaron a lo sumo tres personas más el dueño del mismo. Ella pidió una "Coca-Cola", él una “Fanta” y juntos se sentaron en una mesa cercana a la barra, entablando una animada conversación.
-¿Dónde ibas antes de salvarme?
Cristián esbozó una leve sonrisa y clavó sus ojos en los de Sarah. Le encantaba mirar aquel verdor que albergaba tanta dulzura.
-Iba… -Deslizó sus ojos al pecho de ésta y de nuevo a su sonrisa -Esto… a la Sociedad de Autores, a registrar mi libro…
Mientras, Sarah jugueteaba picarona, dejando que su lengua se resbalase tímidamente en sus jugosos labios mientras bebía. Tuvo unas ganas irrefrenables de volver a besarla pero se contuvo y aguardó a que hablara -¿Así que eres escritor?
-Así es -Afirmó con la cabeza, pero se guardó el detalle de que el libro era compartido; eso no era relevante por ahora -¿Y tú? - Interrogó propinando un trago del vaso de tubo.
-¿Yo? -Preguntó coqueta; Cristián asintió, ella sonrió y de nuevo se miraron -Iba a ver a mi madre… -Entristeció de repente. Aguardó a que le preguntara, pero el tacto del muchacho le indicó que no era de su incumbencia. Al final, ante tal disciplina optó por compartirlo -Murió cuando yo era pequeña…desde que tengo uso de razón vivo con mi abuela…la llevaba flores… -De nuevo el joven se limitó a mirarla. No como antes, sino trasmitiéndole todo lo que sentía. Agradecida, se limitó a sonreír, secándose las lágrimas le preguntó:
-¿Puedo confiar en ti? – Cristián negó bromista -Llevo todo el día dándole vueltas y creo que el único que puede ayudarme eres tú…


[1] Nombre para designar a los Elegidos.